Es suficiente para justificar lo escrito más arriba recordar la victoria con ribetes épicos ante Inglaterra que incluye aquel gol de Diego, considerado el mejor de la historia de los mundiales. Y por supuesto, el gol con la mano, que debió ser anulado, pero que tiene una simbología que trasciende largamente lo futbolístico.
La guerra de Malvinas estaba muy cerca y, salvando las distancias, nunca se habían enfrentado tras el Mundial de Inglaterra, aquel partido de cuartos de final en el que Antonio Rattín estrujó un banderín con la bandera inglesa y se sentó en la alfombra de la reina tras ser expulsado supuestamente de manera injusta por un árbitro alemán.
En el plantel del 86 había 6 futbolistas clase 62, la más golpeada por la guerra de Malvinas: Oscar Ruggeri, Héctor Enrique, Carlos Tapia, Néstor Clausen, Jorge Burruchaga y Sergio Batista.
Batista y Enrique se habían salvado del servicio militar por número bajo en el sorteo y no corrieron riesgos de ser reclutados para ir a las islas del Atlántico Sur y Clausen había zafado gracias a las presiones de su club, Independiente. Los otros tres cumplieron con aquella paupérrima instrucción militar de un año de duración y sus vidas, o la calidad de ellas, estuvieron en vilo durante un tiempo.
"¿Sabés la cantidad de veces que pensé que podía viajar a las Malvinas? Después de la guerra seguí yendo tres semanas al regimiento, hasta que nos dieron la baja, y en ese tiempo nos preguntábamos con los otros conscriptos: «¿Te acordás de fulano?, murió». «¿Y te acordás del otro? También murió».
El comentario pertenece a Jorge Burruchaga, autor del gol que le dio su último título mundial a Argentina y sirve para contextualizar aún más a México 86, una Copa del Mundo repleta de complementos extrafutbolísticos.
Eran otros tiempos aquellos, pero no tan diferentes en algunos aspectos.
El gobierno de Raúl Alfonsín intentó destituir al entrenador Carlos Bilardo a pocos meses de la competencia y las críticas de los medios arreciaban a mansalva con Clarín Deportivo, como siempre le gustó aclarar al Narigón, y la revista El Gráfico a la cabeza. "Yo estudié Clarín durante 8 años y medicina, 6. Sé más de Clarín que de medicina? Les conozco las comas, los puntos, las negritas, todo", llegó a decir el técnico.
Tras la salida de César Menotti en 1982, la AFA nombró a Bilardo en su reemplazo. Uno de los primeros actos de gobierno fue reunirse con Maradona, convaleciente en España por una hepatitis, y ofrecerle la capitanía de la selección. De ahí en más se conformó una sociedad indisoluble que puso a la selección en dos finales consecutivas: ganó la de 1986 y perdió la de 1990 frente al mismo rival que la venció en 2014 en el Maracaná: Alemania.
Argentina fue la primera selección que arribó a México y la última en irse. En el camino al bicampeonato mundial derrotó en la fase de grupos a Corea del Sur 3 a 1, empató con Italia (campeón saliente) 1 a 1 y venció a Bulgaria 2 a 0. En octavos de final se impuso 1 a 0 a Uruguay, en cuartos 2 a 1 a Inglaterra, en semifinales 2 a 0 a Bélgica y en la final 3 a 2 a Alemania. Fue la primera vez en una competencia ecuménica que Argentina pudo derrotar a otros campeones del mundo: Uruguay, Inglaterra y Alemania.
Nery Pumpido, José Luis Brown, Ruggeri, José Luis Cuciuffo, fallecido por un accidente de caza en diciembre de 2004, Ricardo Giusti, Batista, Julio Olarticoechea, Enrique, Maradona, Burruchaga y Jorge Valdano fueron los protagonistas principales de un equipo que en el inicio de la competencia también había tenido entre los 11 a Oscar Garré y Pedro Pasculli, autor de un gol fundamental en octavos de final frente a Uruguay.
Aquel plantel tenía entre sus integrantes a Daniel Passarella, capitán de la selección campeona en 1978 y único futbolista argentino de la historia bicampeón del mundo. Nunca se supo claramente por qué quedó al margen del equipo, pero no jugó ni un minuto. Era el otro emblema del grupo, además de Diego claro. La información oficial cuenta que una intoxicación lo debilitó de tal manera en los días previos a la competencia que nunca pudo recuperar sus fuerzas. Su mala relación con Maradona y Bilardo sugiere otra cosa. El gran ausente de aquel plantel fue Ramón Díaz. El Pelado ya hacía casi 4 años que jugaba en Italia, pero Bilardo se inclinó por Pasculli, lo que provocó una polémica gigantesca. También había un clamor popular, expresión muy popular por estos días, que reclamaba la presencia de Claudio Marangoni, un volante central exquisito que jugaba en Independiente, pero el entrenador optó por el mucho más utilitario y aplicado tácticamente Checho Batista después que quedara descartado por lesión Miguel Angel Russo (ver aparte).
La polémica por las convocatorias no escapó a las generales de la ley, se producen en todos los procesos. Con recordar la ausencia de Carlos Tevez en 2014 es suficiente. La mayoría de los protagonistas coincide en que aquel equipo empezó a construir su fortaleza a partir de las tremendas críticas mediáticas que arreciaban contra el entrenador, el planteo táctico y algunos de sus integrantes.
Ricardo Bochini, mito viviente de la historia de Independiente, es el ídolo de Maradona y estuvo en aquel equipo, aunque apenas pudo ingresar un puñado de minutos en la semifinal frente a Bélgica. Todo el mundo supone, aunque nadie podría confirmarlo y Diego lo negaría, que fue un pedido especial de Maradona al entrenador, aunque el Bocha, con 32 años por entonces, tenía sobrados méritos deportivos para estar en la lista.
Con el tiempo reconocería que no se sentía campeón del mundo por lo poco que había jugado. "Jugué tan pocos minutos que no puedo sentirme campeón. Eso lo deben sentir los muchachos que jugaron casi todos los partidos y que realmente hicieron méritos para lograr el título. Yo estoy acostumbrado a los torneos que ganamos con Independiente, en los que sí tuve una participación más decisiva", declaró Bochini hace un tiempo con la misma simpleza con la que jugaba.
También integraban el plantel el Negro Sergio Almirón, que un par de años más tarde sería campeón con Newell's, el Bichi Claudio Borghi, un casi adolescente Luis Islas, el genial Marcelo Trobbiani y Héctor Zelada, ex arquero de Central que fue convocado fundamentalmente porque jugaba en el país donde se disputaba el Mundial. Atajaba para el poderoso América de México, en cuyo predio se alojó Argentina durante la Copa del Mundo.
Cuentan varios de los protagonistas de aquella gesta que las reuniones que se sucedieron antes del Mundial fueron decisivas para lograr el objetivo, porque como en todo grupo había dos sectores bien diferenciados: los maradonianos y los passarellianos.
"Nos dijimos de todo, de todo. Vivíamos de reunión en reunión. Y en una de esas fue que me agarré con Passarella también. Ahí definimos que éramos nosotros contra el mundo, así que más vale que tiráramos todos para el mismo lado. Y tiramos, cómo tiramos. A mí las concentraciones siempre me ataron, siempre me ahogaron, pero aquella vez fue distinto: porque nos sinceramos, porque nos dijimos las cosas en la cara. A partir de eso, todo creció", contó el 10 en su libro "Yo soy el Diego".
"Yo lo miraba de reojo, porque sabía que mucho no faltaba... Lo miraba de reojo a Arppi Filho, el referí brasileño, y cuando levantó los brazos y pegó el pitazo me volví loco. Empecé a correr para un lado, para el otro, me quería abrazar con todos. Sentí en el cuerpo, en el corazón, en el alma, que estaba viviendo el momento más sublime de mi carrera, el más sublime... 29 de junio de 1986, estadio Azteca, México; esa fecha y ese lugar están marcados en mi piel", cuenta Maradona en "Yo soy el Diego".
Hoy se cumplen 30 años de aquella gran epopeya, el logro más importante de la historia del fútbol argentino.